La semana pasada propuse a mi jefe, como actividad especial de Semana Santa, hacer Easter Bunnies de gominola. A él le encantó la idea y el resto de mis compañeras se apuntaron a la campaña del conejo de Pascua. El jefe nos dijo que pidiéramos autorización a las familias por si algún niño es diabético o tiene cualquier alergia o intolerancia, o simplemente tiene unos padres raros que no quieren que sus hijos huelan el azúcar ni de lejos, que los hay.
Cuando les dije a mis niños de 7 años que íbamos a hacer conejitos con nubes de chuche se pusieron la mar de contentos:
NIÑO 1: ¿Y nos los podremos comer?
NIÑO 2: ¿Serán blancos o de colores?
NIÑO 3: ¿Puedo guardarlos para enseñárselos a mis padres y comérmelos luego?
Y otras reacciones de lo más corriente.
Una de mis compañeras no ha tenido tanta suerte. Su grupo (de 6 años) le dio respuestas de este tipo:
NIÑO 1: A mí no me gustan las chuches.
NIÑO 2: Qué asco, yo no quiero hacer eso.
NIÑO 3: Yo no quiero hacerlo, que me mancho las manos.
No, si al final tendré suerte y mis niños serán de lo más normal.
lunes, 11 de abril de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario